Artículo por: Andrea Cardemil.
Julia de dos años ayer se despertó a las 12 de la noche. Su padre la fue a ver y Julia al ver que no era la mamá se puso a llorar con más fuerza y comenzó a gritar “mamá, mamá… tu no, mamá, mamá”. A la madre no le quedó otra que levantarse e ir a verla. El padre se devolvió a la pieza triste por el rechazo de su hija y frustrado porque quería que la madre durmiera.
La escena anterior es muy frecuente en niños entre 1 y 3 años. Es importante que entiendas porqué ocurre y cómo manejarlo, para que no obstaculice la crianza compartida y genere sentimientos encontrados tanto en el cuidador demandado como en el rechazado.
Los niños tienden a establecer relaciones de apego con las personas que los cuidan mayoritariamente (que tienden a ser mamá, papá y un tercero). Por naturaleza, los niños necesitan ordenar jerárquicamente a sus figuras de apego. Se le llama figura de apego principal a la que ocupa el número 1.
Es importante aclarar, que este orden no lo hacen en función de cuánto quieren a cada uno de sus cuidadores, sino por quien históricamente los ha cuidado y calmado más.
Si están los 3 cuidadores en casa, los niños van a tender a pedirle al cuidador número 1 que haga todo, especialmente los cuidados que implican mayor conexión e intimidad (como calmarlo cuando está estresado, dormirlo y asistirlo en la noche). Y si el cuidador número 2 o 3 va en lugar del 1, los niños tienden a irritarse y rechazarlo como una forma de pedir que vaya el número 1.
Es muy importante que las figuras parentales entiendan esto para que no interfiera en la crianza compartida. Por que cuando no lo entienden, se corre el riesgo de que el cuidador número 2 deje de participar “porque será rechazado” y que el cuidador número 1 se sienta cansado y poco apoyado por el cuidador 2.
Aquí te dejo algunas recomendaciones:
- Mientras más compartida sea la crianza desde el comienzo, para el niño será más fácil flexibilizar la demanda entre un cuidador y otro.
- Observa en qué cuidados tu hijo/a es más flexible y organízate para que el cuidador 2 se haga cargo de esos cuidados.
- Que el cuidador 1 salga de casa y deje al cuidador 2 al mando. Ya que cuando cuidador 1 no está en casa, el niño va a pedirle al cuidador 2 que haga todo. Esto lo ayudará a flexibilizar con mayor facilidad.
- Cuidador 2 puede ayudar al cuidador 1 con otras tareas de la crianza y del hogar.
Se ha visto que la crianza compartida tiene muchos beneficios tanto para los niños como para los padres, por lo que a pesar de las dificultades que se presentan en el día a día, conviene hacer el esfuerzo de llegar a acuerdos, dividirse las tareas y apoyarse mutuamente.
La mayor demanda a un cuidador, va desapareciendo en la medida que el niño va creciendo. Pero el trabajo en equipo y los beneficios de éste quedan de por vida.